Llevo tantos días sin escribir que ya casi ni me acuerdo… De hecho, mi mantra estos últimos días es:
Debo volver a la rutina.
Así que aquí estoy, deseando ponerme las pilas.
Hoy os traigo una recomendación. Aunque primero os dejadme contaros el por qué.
Yo, por naturaleza, soy una persona inconformista, lo cual no es ninguna virtud, ya lo sé.
Ahora que vivo en un pueblo, suelo quejarme a menudo de que, a pesar de vivir rodeada de naturaleza (al menos mucha más de la que he tenido hasta ahora), no tenemos a mano «zonas verdes».
Cuando salgo a pasear, echo de menos un gran parque, con césped sobre el que pisar, árboles bajo los que sentarse, caminos por los que pasear…
Así que, cuando hace unos días hicimos este descubrimiento, una pequeña parte de mi se quedó satisfecha.
Resulta que, a menos de 5 kilómetros de la puerta de casa, hemos encontrado un espacio idílico, en el que cumplir ese deseo.
En Semana Santa, aprovechando una mañana de sol y buena temperatura, nos decidimos, por fin, a visitar el Jardín Botánico de La Rioja. Y, sin tener demasiado claro qué nos íbamos a encontrar, un espacio irresistible se presentaba ante nosotros. Un lugar mágico, en el que, como ahora veréis, disfrutamos con los 5 sentidos:
Tacto
La primera recomendación que nos hacen al llegar es realizar la visita descalzos. Según nos comentan, es uno de los pocos lugares de este tipo preparados para hacerlo. Además de esto, tienes permiso para tocar todo lo que allí hay (lógicamente, con prudencia, claro).
Vista
Una vez dentro, la fuerza del verde se apodera de tus ojos. La belleza de cada una de las zonas en las que se divide la visita te enamora.
Oído
Algo mágico, además, es el silencio existente. Un silencio sereno que se apacigua con los agradables sonidos de la naturaleza que nos rodea.
Olfato
Diferentes aromas se desprenden de las distintas plantas y flores que allí se encuentran.
Gusto
Ojo, que durante la visita no se puede comer. La vegetación se mira, se toca y se huele, nada más. Sin embargo, hay una actividad perfecta para los más pequeños: dar de comer a los peces del estanque. Les ofrecen a los niños una bolsita con pan que podrán lanzarles para verles comer. En nuestro caso, a Emma le pareció una experiencia muy interesante, sin duda, aunque prefirió guardarse más de un trocito de ese pan para comérselo ella…
Y, además,
El paseo es largo (sobre hora y media, aunque puedes quedarte el tiempo que quieras), y el ambiente relajado, hacen posible que más de uno acabe así:
Shhhhhh
Como veis, bueno, como veréis cuando vayáis a visitarlo, el lugar se parece bastante a lo que quiero. El problema es que tengo que coger el coche, no abre todas las tardes y, por ahora, hay que pagar entrada, pero tengo claro que voy a ir a menudo. Y lo más interesante es que en cada visita podré encontrar un paisaje diferente.
¿Quién se anima a acompañarme el próximo día?
;0)
Hola guapa! Pues nosotros seguro que nos animamos algún dia, tiene muy buena pinta….Emma está preciosa…nos vemos pronto
Me gustaMe gusta
Perfecto Laura, ¡aquí os espero!
Me gustaMe gusta