Aún recuerdo la ansiedad que, en las clases de preparación al parto, nos generaba a las primerizas el tema de la lactancia.
Son momentos en los que tu cabeza sólo piensa en el miedo a no ser capaz de amamantar a tu futuro bebé. Además, todo un mundo a tu alrededor desea recordarte lo importante que es.
De eso hace ya más de 2 años y hoy quiero narrar nuestra experiencia personal:
Los primeros días,
Las primeras sensaciones, el primer contacto. Un sentimiento imborrable, que se empaña con la dificultad de saciar a un recién nacido que sólo desea comer.
En los primeros meses,
Cuando todo empieza a funcionar, te sientes como un héroe. Tu bebé se alimenta, exclusivamente, a través de ti.
Unos 4 meses después,
Con la vuelta al trabajo, la introducción de nuevos alimentos,… te parece un orgullo que siga contado contigo.
A partir del 8º mes,
Sigue siendo una alegría que el bebé te busque, para alimentarse, pero sobre todo, para sentirte cerca, que le mimes.
Cumplido ya el año,
Una extraña sensación te invade, sin duda es momento de dejarlo. Ya no necesita seguir y se está creando una situación de dependencia bastante preocupante.
Además, tú todavía no has conseguido descansar correctamente porque aún te reclama por las noches…
Pero ¿y si cumplidos los 2 años la cosa sigue igual?
Ahora, sinceramente, esto tiene que acabar. Para esta manzana la teta se ha convertido en una meta. Conseguirla es su éxito diario y algo así como un castigo para mi. Por no hablar de la próxima llegada del nuevo bebé…
Y es que, aunque poco a poco, hemos consiguiendo reducir la frecuencia, aún no he encontrado la forma definitiva (y lo siento, amigos, no, no vale simplemente decir que no, o al menos a mi no me ha servido, es bastante más difícil que todo eso).
Lo que más me apena de esta situación es que a día de hoy, estoy convencida de que mi segundo bebé se va a encontrar muy pronto con un biberón que me sustituya. Y digo que me apena porque es una decisión casi obligada, no porque considere en absoluto una mala opción la lactancia artificial.
Así que puede decirse que lo nuestro con la lactancia ha sido y, por ahora, es, una relación amor – odio.
Si Bigas Luna levantara la cabeza, estaría esperando la reacción de mi pequeña manzana cuando su madre comience a alimentar a su nuevo hermanito.
Eso sí, no puedo negar que tener esta imagen junto a ti, con toda su ternura, no tiene precio.
¿No os parece?
;0)
Bonito relato y muy personal. Besos!!
Me gustaMe gusta
Muchas gracias Cris. Espero que sigáis disfrutando de vuestro gran viaje. Un besazo
Me gustaMe gusta