Soy de esas personas a las que le encanta taparse en la cama. Sea invierno o verano, tapada hasta arriba es como mejor se duerme. Y si además, si la ropa pesa, mejor que mejor.
Pues bien, este sencillo vicio, que pensaba habitual en todo el mundo, resulta que no es así para todos… ¡Qué gente más rara!
Y, claro, el caso que más me preocupa, e intriga, es el de Emma.
No he conocido nunca a nadie con un sensor de contacto tan infalible como el suyo.
Como padres primerizos, y preocupados, cada noche entramos en su habitación a revisar que todo está en orden, antes de ir a dormir. Y, como cada noche, Emma está destapada.
Con mucho cuidado, tratamos de taparla. Pero, da igual cuánto tiempo lleve dormida. No hace falta que la sábana se llegue a posar para que, como una posesa, se revuelva y patalee hasta conseguir su propósito: ¡Sábanas fuera! Da lo mismo que sea un nórdico, una manta, o una fina sábana. El mínimo contacto lo activa.
Al principio me preocupaban los resfriados que iba a coger durmiendo así. Pero ahora, desde que «velas y mocos» son algo habitual, lo que de verdad me preocupa es, que cuando se mete en mi cama…
…¡No consigo dormir tapada!
Sencillamente es que algunas personas tenemos el termostato más alto que otras
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