¿Alguna vez habéis intentado montar a un niño en la silla del coche «contra su voluntad»?
Pues se retuerce como una lagartija, se revuelve, se estira, se dobla, se encoge… de las formas más complicadas, pero haciendo totalmente imposible cumplir tu misión: atarla en la silla y arrancar el coche.
Resulta toda una odisea. Y si a eso, le añades un punto de «es que tengo prisa», olvídate de lograrlo en un tiempo prudencial.
Hoy me ha pasado algo así al recoger a Emma de la guardería. Habitualmente no se sienta directamente, consigue marearme un poquito jugando antes de sentarse. Sin embargo, hoy ha sido el colmo. Ya había pasado ese ratito previo y todo parecía listo para concluir cuando, de pronto…. ¡se transformó en «la lagartija»!
Ha sido una situación de auténtico caos de más de 30 minutos.
Ella estaba «como poseída» y yo… Yo he pasado por todos los estados posibles: mamá serena, mamá comprensiva, mamá paciente, mamá nerviosa, mamá impaciente, mamá irritada, mamá ogro, mamá impotente, mamá llorona,…
!Pero es que, además, tenía muchísima prisa!
Bueno, tras esta interminable media hora de desesperación ha funcionado el chantaje y hemos conseguido nuestro propósito: llegar a casa.
Qué tiempos en los que tus padres abrían la puerta del coche, «soltaban al niño», y listo… (sin sillas ni tirantes ni cinturones).

;0)
Jajaja, tranquila que te quedan muchos momentos como ese y…..algunos peores.
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